El perfeccionismo es uno de los defectos más valorados social y laboralmente, pero que, llevado al extremo, se convierte en un rasgo patológico que genera malestar emocional y produce gran infelicidad.

Una cosa es querer hacer las cosas lo mejor posible y otra perder horas y horas tratando de mejorar un trabajo que está bien elaborado desde el principio.

Las personas perfeccionistas pierden de vista que en un trabajo hecho a la perfección intervienen, además de la calidad del trabajo, otras variables a las que no prestan atención como son: el tiempo y el esfuerzo invertido, y la importancia que tiene el trabajo a realizar. Evidentemente no es lo mismo recoger las hojas del jardín que un informe para una comisión de evaluación.

Un perfeccionismo adaptativo sería “tengo que estar orgulloso de lo que hago”

Un perfeccionismo subclínico (debo empezar a preocuparme) sería “tengo que insistir en las cosas hasta que estén perfectas”

Un perfeccionismo patológico sería “no puedo dejar de trabajar en las cosas hasta que estén perfectas”. El problema es que llega un momento en que nada está nunca lo suficientemente bien, con lo cual nunca termino nada.