Cuando hablamos del TOC no estamos hablando de un problema que afecte solamente a una persona. Son numerosos los casos en los que toda una familia se ve arrastrada por él, y termina sufriéndolo en su día a día casi como si fuese su propio problema. Una de las diferencias entre el afectado y las personas que conviven con él es que las últimas, al vivirlo desde fuera, no tienen esa información de primera mano que el afectado sí tiene, y suelen sentirse muy perdidas a la hora de afrontarlo. Preguntas como “¿estoy haciendo lo correcto?”, “¿es culpa mía?” o “¿puedo ayudarle a solucionarlo?” os resultarán más que familiares a muchos.

Lo primero que hay que tener en cuenta es precisamente que será muy importante que conozcáis bien el problema. Para ello existen diversos recursos, como la bibliografía o vídeos de testimonios, si bien uno de los más útiles suele ser la puesta en común con otros familiares que se encuentren en situaciones similares. Las dudas y preocupaciones, aunque referidas a casos diferentes, suelen tener mucho en común, por lo que podría ser muy útil la búsqueda de espacios donde compartirlo y nutrirse de la experiencia de los demás.

Una cosa fundamental es aprender a aceptar que la persona afectada es quien debe responsabilizarse de lo que le está sucediendo. Es muy habitual encontrarse en consulta o en reuniones con familias totalmente volcadas en los rituales del afectado, y con unas rutinas claramente condicionadas por ello. Uno puede tener la sensación de estar ayudando a la persona querida con esto, ya que a veces “funciona” y parece que el afectado sufre menos, pero la realidad es la contraria: Cuando colaboramos con sus rituales, es al trastorno a quien estamos ayudando. Si el principal objetivo de una terapia psicológica para el tratamiento del TOC es el de conseguir llevar una vida normalizada, todo lo que vayamos haciendo y cambiando tiene que ir orientado hacia ese objetivo. Por supuesto, los cambios que se hagan deben seguir un orden y una planificación, ya que no sería viable eliminar al mismo tiempo todas esas adaptaciones, o pretender hacerlo de forma azarosa. Parte del trabajo conjunto del afectado y el psicólogo irá encaminado precisamente a realizar esa planificación y definir la manera de llevarla a la práctica en el día a día.

Como se desprende de lo anterior, es el afectado quien ha de llevar el rol principal en su recuperación. Las personas del entorno podéis colaborar con algunas cosas, y muchas veces jugáis un papel fundamental en la decisión del afectado de acudir a terapia o de buscar soluciones del tipo que sean. Pero al final será él quien lo lleve a cabo, quien se esfuerce en el día a día por pelearlo, y quien podrá, con tiempo y dedicación, marcar un antes y un después en su vida y, por extensión, en la de toda esa familia que lo está sufriendo con él.

Álvaro Urías, psicólogo del equipo